enero 14, 2006

Más de monopolios IV: regulación estatal.

Una de las formas en que los gobiernos intervienen en la economía junto con impuestos y control de precios, son las regulaciones. A veces las regulaciones son bien intencionadas, otras sólo aparentan tener una buena intención. Ya mencioné antes que las grandes empresas muchas veces favorecen las regulaciones porque las ponen en ventaja competitiva contra las pequeñas empresas que no pueden cumplir con la regulación debido a los altos costos que requiere. Concentrémonos en aquellas regulaciones que tienen buenas intenciones. Un ejemplo que propone Rodolfo es la inclusión de fechas de caducidad en productos perecederos. ¿Por qué es necesario legislar esto? Para Rodolfo es importante que los alimentos tengan fecha de caducidad para que sus sobrinos no los coman, pero ¿qué tan frecuentemente se fija un niño en la fecha de caducidad? Si lo hace frecuentemente es porque sus padres le han enseñado, y de la misma manera le podrían enseñar como huele algo que sirve y algo que no. ¿Acaso necesitamos que a las frutas y verduras les pongan fecha de caducidad? Creo que no. La regulación gubernamental no puede sustituir al sentido común. A Rodolfo, por ejemplo, no le gusta que en EEUU los productos no tienen fecha de caducidad sino sólo una fecha de “best before”. ¿Acaso cree Rodolfo que las cosas se echan a perder exactamente el día que dice en los productos en México? ¡Claro que no! Por ejemplo, si dejo la leche afuera se echará a perder antes de la fecha (y si su sobrino la encuentra y ve la fecha es posible que se la tome). O es posible que la congele alargando el tiempo que la puedo consumir. Por eso “best before” no es tan diferente que la fecha de caducidad. Además, recordemos que el objetivo de los productores es vender sus productos por lo que constantemente los mejoran conforme lo demandan los consumidores. La mayoría de los consumidores en EEUU no creen necesario tener fecha de caducidad porque aún tienen el suficiente sentido común como para entender que el tiempo en que se echa a perder un producto es variable. Pero hay otras cosas que sí demandan. Por ejemplo, sin necesidad de regulación estatal, las compañías de alimentos y medicinas constantemente mejoran la manera en que empacan sus productos para protegerlos de contaminación, permitir transportarlos mayores distancias sin que se echen a perder, y, en el caso de medicinas, para que niños pequeños no puedan abrirlas. En otras palabras, el afán de lucro no está peleado con el bienestar del consumidor, todo lo contrario.

Un ejemplo de querer legislar el sentido común es el V-Chip. ¿Qué hacían los papás antes de que sus televisores tuvieran V-Chip? Pues los buenos padres monitoreaban lo que veían en la tele sus hijos. El V-Chip no es una mala idea, pero no todos lo queremos. Yo, por ejemplo, nunca lo he usado con mis niños porque prefiero que seamos yo y mi esposa quiénes juzguemos si un programa o película o videojuego es o no adecuado para ellos. ¿Qué pasa cuando la gente se acostumbre al V-Chip? Que dejarán de monitorear a sus hijos y dejarán que un grupo de personas que no conocen decidan por ellos lo que sus hijos pueden ver. En otras palabras, el padre se acostumbra a no tomar responsabilidad por sus hijos y dejársela al gobierno. Conforme más regulaciones de este tipo tenemos y más nos malacostumbramos a ellas, no es sorprendente que alguien llegue al extremo de pensar que si el gobierno no nos cuida nos vamos a morir.

La caza de ballenas es un ejemplo más de “Tragedia de los Comunes”. Y la solución al problema es introducir la propiedad privada en los mares. Al no haber derechos de propiedad, no existe el incentivo para tener prácticas de caza sustentables. Si una compañía ballenera decide cazar menos, nada le asegura que otra lo hará. En cambio, si se permitiera desarrollar un sistema de propiedad sobre las ballenas, los balleneros cuidarían a sus ballenas para mantener su fuente de ingreso. Además, esto permitiría que los ambientalistas y animalistas también pudieran adquirir esos derechos sobre otras ballenas para puros fines de conservación. Un ejemplo de cómo la propiedad privada soluciona el problema de tragedia de los comunes lo podemos ver en el caso de los elefantes en África. La caza de elefantes en África ha sido ilegal por muchos años, pero la caza continuaba y las policías de los diferentes países no se daban abasto para vigilar todo el territorio en que los elefantes habitan. En consecuencia, a pesar de que la caza es penada fuertemetne, el número de elefantes seguía disminuyendo … hasta que se introdujo la propiedad privada. Hoy, en países como Zimbabwe, Sudáfrica, Namibia y Botswana, los habitantes de los pueblos cercanos a donde habitan los elefantes tienen permitido vender licencias para cazar elefantes. Esto permite que estas personas obtengan un ingreso. Pero además, ahora se preocupan por cuidar a los elefantes porque son su fuente de ingreso!! Desde que se tomó esta medida el número de elefantes en estos países casi se ha triplicado. Y todo gracias a la propiedad privada. Aquí pueden leer información respecto a la tragedia de los comunes y los elefantes. Y para quienes todavía no entienden esto de tragedia de los comunes, vayan a jugar tragedy of the bunnies.

Pasemos a las medicinas. Una de las principales razones por las cuales las medicinas son tan caras en EEUU es que tienen que pasar regulaciones estrictas de la FDA. En primera instancia esto podría parecer bueno, excepto que es un sistema tan inflexible que no permite, por ejemplo, que personas que quieren asumir el riesgo de probar un tratamiento experimental con tal de salvar su vida lo hagan. Por supuesto que es bueno tener una agencia independiente de las compañías farmacéuticas que certifique sus productos, pero esa agencia no tiene que ser gubernamental. Si tuviéramos agencias privadas habría competencia entre ellas para asegurarse de certificar medicinas nuevas con rapidez y al mismo tiempo asegurar que sean seguras de usar. A su vez, los consumidores decidirían por su cuenta a cual agencia creer, o incluso creerles directamente a las compañías farmacéuticas. En México es interesante el caso de las Farmacias Similares. Muchos se quejan de que los productos que se venden en estas farmacias no son efectivos, o podrían incluso ser dañinos. La solución es fácil: que los manden a algún laboratorio para checarlos. Eso es algo que puede hacer cualquier organización privada y difundir los resultados. Mientras tanto, parece que el Dr. Simi muestra como la iniciativa privada sí puede atender a los más pobres con productos baratos de mejor manera que lo hace el Sector Salud, el cual provee medicinas gratis, pero generalmente son escasas. Rodolfo dice que de no ser por las agencias gubernamentales él podría salir a vender falsas medicinas. Sin embargo la gente se daría cuenta del fraude rápidamente. El chistesito te duraría un rato y después la gente no volverá a confiar en ti. A diferencia tuya, la mayoría de los empresarios quieren mantener su negocio por un buen tiempo para lograr más ganancias por lo que se preocupan por vender un buen producto.

En cuanto a lo de los remedios contra la gordura, arrugas, manchas de piel, etc., como dije antes, el sentido común no puede ser legislado. Si hay gente que cree en esas cosas pues dejémoslos consumirlos y que ellos solitos se den cuenta. Después de todo es su dinero y es su cuerpo, y deben poder hacer con ellos lo que les plazca.

Uf, ya casi!! Ya nomás me falta el post sobre medios.

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