Ayer por la mañana escuché en la radio gringa (en NPR para ser más específico) una pieza de opinión de Russ Roberts que me pareció genial. Roberts la publicó además en su blog Café Hayek y aquí pongo la traducción:
ACTUALIZACIÓN: Espero que los Reyes no les hayan traído un Turista a sus hijos ¿eh? Chin, debí publicar esto antes del día de Reyes para que buscaran el Settlers. Pero bueno, ahora ya saben.
Cuando nuestros niños crecieron, empezamos a jugar Monopoly, un juego que fue una parte importante de mi infancia. El anaranjado vívido de Avenida Tennesee. Los azules reales de Boardwalk y Park Place. El hombrecito bigotón siendo mandado a la cárcel. Y todo ese dinero en colores pastel.Como nota personal, a mí la verdad nunca me gustó el Turista o Monopoly de niño. Era demasiado largo. Hace un par de años le regalé a mis hermanos el juego de Settlers of Catán. No he tenido la oportunidad de jugarlo, pero de acuerdo a mis hermanos y primos es bastante divertido. ¿Alguno de ustedes lo ha jugado?
Pero si juego Monopoly hoy en día, es sólo para enseñarles a mis hijos lo mal que sus lecciones lo preparan a uno para el mundo real.
En Monopoly, el que tiene más gana y ganar significa quitarle todas sus posesiones al resto de los jugadores.
En Monopoly, los terratenientes son parásitos que eventualmente llevan a todo mundo a la quiebra. Y la quiebra es como la muerte. Sales del juego.
Monopoly es uno de los mejores ejemplos de un juego de suma cero. Uno gana sólo quitándoles a otros. Los bienes de su mundo tienen un número fijo. Sí, uno puede construir casas y hoteles, pero de alguna manera, entre mayor es la oferta de lugares para vivir, el precio se INCREMENTA, una contradicción absurda en la economía de la vida real.
En Monopoly, los hoteles nunca son renovados y los ferrocarriles, a diferencia de Ferrocarriles Nacionales, siempre son rentables.
En Monopoly, volverse rico y tener éxito en los negocios sólo es posible al explotar a jugadores con mala suerte que de manera aleatoria entran en la vida de uno. No hay lugar para el trabajo duro o la creatividad –intentar descifrar qué es lo que los consumidores podrían querer comprar que no es ofrecido ya por otro competidor. No hay competencia.
Ya sé. Por eso se llama monopolio. Pero sólo los marxistas ven el mundo del capitalismo de la manera que lo hace el juego de Monopoly –como un sistema melancólico de explotación donde los ricos eventualmente nos chupan la vida a todos los demás.
Irónicamente, la mayoría de los juegos de mesa nuevos que tienen lecciones económicas más realistas vienen, como Karl Marx, de Alemania.
En juegos como Settlers of Catán los jugadores compiten, pero también cooperan e intercambian de diversas maneras. El éxito económico de un jugador puede terminar beneficiando a otros jugadores. Sí, hay un elemento de aleatoriedad que influye en si uno tiene éxito en el juego, pero esto es cierto en la vida también. Y en estos nuevos juegos de mesa estilo alemán, como algunos les llaman, la estrategia y habilidad importan más que el lanzamiento de los dados.
Así que deje Monopoly en la repisa y pruebe Settlers of Catan. Casi siempre gana mi esposa cuando jugamos, pero por lo menos mis niños aprenden acerca del valor que tiene el intercambio y la cooperación en la creación de riqueza y el éxito.
ACTUALIZACIÓN: Espero que los Reyes no les hayan traído un Turista a sus hijos ¿eh? Chin, debí publicar esto antes del día de Reyes para que buscaran el Settlers. Pero bueno, ahora ya saben.
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