febrero 11, 2005

Sauri no quiere reelección

Acabo de leer la versión estenográfica de la sesión de ayer del Senado. Los argumentos en contra de la iniciativa de reelección consecutiva presentados primero por la Senadora Dulce María Sauri tratando de rebatir las que ella llamó “ilusiones” que la reelección produciría:

Primera.- El legisladores independiente y la rendición de cuentas. Se asume que al existir un Poder Legislativo con reelección continua, los legisladores responderán únicamente a los intereses de sus electores, pues sólo estos tendrán la posibilidad de ratificarlos con su voto.

Poco se ha debatido sobre el riesgo que representan los poderosos e influyentes grupos de poder y de interés, con importantes recursos económicos para asegurar la reelección de los legisladores que le son afines y eliminar a los que le son incómodos. Intentarían y eventualmente lograrían cortar a grupos de legisladores para representar y proteger sus intereses, muy probablemente en demérito de los intereses colectivos de amplios grupos sociales.

¿Acaso los “grupos de poder y de interés” no tienen ya el control de nuestros políticos? Ahí tenemos ejemplos: Pemexgate, Amigos de Fox y videoescándalos de políticos que aceptaron dinero de Ahumada y del Niño Verde por mencionar algunos recientes. Al contrario, con la reelección los legisladores ganan independencia porque su futuro depende de los votantes y no de esos grupos. En cuanto se encuentra que un legislador ha recibido dinero ilegal su carrera política terminará.

Segundo.- El legislador ciudadano. Se presume que al existir reelección continua los legisladores establecerán relaciones políticas cercanas a sus electores y lejos de los intereses de los partidos políticos, “partidocracias clientelares”, se les llama. Es factible suponer que los mecanismos de negociación política y los canales de expresión de las demandas de las organizaciones populares, obreras, campesinas se trasladarían al Congreso de la Unión y se reflejarían en su relaciones con la administración pública. Podríamos ver nacer una nueva categoría política, el denominado “clientelismo legislativo”.

En todo caso ¿quién debe tener más poder? Los legisladores electos por los votantes o los partidos, quienes por cierto nos han demostrado que no quieren ser regulados por el gobierno en su funcionamiento interno. Así que el que las demandas de estas organizaciones se trasladen al Congreso en lugar de los partidos es, en todo caso, deseable.

Tercero.- La profesionalización de los legisladores. Quizás sea esta la más difundida ilusión, pues parte de la creencia ampliamente difundida de que los legisladores no tienen conocimiento de los temas que manejan, porque no tienen tiempo de aprender.

Ese estereotipo ha sido cultivado por el Ejecutivo Federal para erosionar la imagen del Congreso ante la sociedad.

Sin dejar a un lado la necesidad de fortalecer la profesionalización, vale la pena detenerse a pensar si esta justa demanda de la sociedad se resolvería por la permanencia de individuos en sus cargos o si tiene que ver, principalmente, con el diseño y operación institucional del propio Poder Legislativo.

Es cierto que ambas cámaras requieren de reformas para su mejor funcionamiento, pero no hay sustituto para la experiencia. Un legislador veterano no sólo trabaja mejor, sino que además funciona como tutor de los legisladores novatos y es fuente de experiencia. En ningún trabajo corren a todo mundo para reemplazarlos con gente nueva. Tampoco deberíamos hacer lo mismo con nuestras legislaturas. Una de las mayores quejas acerca del Congreso es la poca profesionalidad de los legisladores. No es que se necesite una licenciatura o maestría para ser legislador (tener esos requisitos sería inconstitucional), lo que se necesita es experiencia.

Cuatro.- Sólo es reelección legislativa. Los defensores de la reelección inmediata aseguran que esta sólo se plantea para los legisladores federales, incluso el dictamen lo establece con claridad y deja libre la situación de definición en las constituciones de los estados a los congresos de las entidades federativas. De ninguna manera evolucionaría hacia una reelección presidencial.

No podemos dejar de considerar que en el mediano plazo muy probablemente surgiría el tema de la reelección del Ejecutivo. Ya se ha planteado la demanda de reelección continua de presidentes municipales, después puede presentarse como una necesidad la reelección del Presidente de la República con argumentos quizá muy semejantes a los que ahora se presentan: Rendición de cuentas, decisión de los electores, premio a la eficacia de sugestión, entre otros.

La reelección continua de legisladores abre paso en forma por demás natural a la reelección presidencial, tal como ha sucedido en los últimos años en Perú, Argentina, Brasil, Colombia por sólo mencionar algunos ejemplos de América Latina.

Suena a la falacia clásica de “slippery slope”. Nadie ha sugerido la reelección presidencial y no creo que, ni en el mediano plazo, pudiera aprobarse tal medida aunque fuese sugerida. En todo caso, la posibilidad de que se sugiera tal iniciativa no es razón para no permitir la reelección de legisladores. Recordemos, el ideal producto de la Revolución fue la no-reelección presidencial. La reelección legislativa sí era permitida en la Constitución de 1917.

Cinco.- Así sería más fácil construir acuerdos. Es indispensable analizar los cambios en la interacción entre el Poder Legislativo y el Presidente de la República, a partir de la reelección inmediata de diputados y senadores. Sería ante un Congreso de la Unión, con un porcentaje importante de sus integrantes reelectos en sus cargos, donde rendiría protesta el Presidente de la República Interino constitucionalmente para buscar la reelección. El llega para irse en 6 años, nosotros, al menos un buen número, permanecerán en sus cargos una vez que el Presidente de la República se haya ido.

Seguro cambiara la interacción entre Congreso y Presidencia. Pero la Sen. Saudi no expone aquí ninguna consecuencia negativa. Por lo tanto este no es motivo para rechazar la iniciativa.

Seis.- La ilusión de ser iguales al resto del mundo. Se ha subrayado que solamente México y Costa Rica prohíbe la reelección continua de legisladores. Curiosamente son, asimismo, los dos países de mayor estabilidad política en América Latina y el Caribe en la segunda mitad del siglo XX. Ser diferentes en cuanto al sistema electoral mixto desde 1962, cuando se creó la figura de diputados de partido, también nos ha distinguido. Lo importante es cambiar porque ese cambio le sirve a la sociedad mexicana, no solo por dejar de ser distintos.

¡Esto sí es insultante! Implicar que México ha sido políticamente estable gracias a que no se permite la reelección consecutiva es la mayor falacia que se dijo durante el debate. ¿Tan corta memoria tiene la Sen. Sauri? ¿Se le olvida el presidencialismo que vivimos? ¡Ahora resulta que México es distinguido por el unipartidismo, centralismo y PRIsidencialismo que vivimos porque resultó en “estabilidad política”.!

Más tarde comento en cuanto a la crítica del Senador Humberto Roque Villanueva y las respuestas de los Sen. Demetrio Sodi y Genaro Borrego así como de algunos otros senadores.

A final de cuentas la iniciativa fue derrotada y, con las campañas presidenciales en puerta, se ve difícil que vuelva a presentarse con posibilidades de pasar. Probablemente tendremos que esperar hasta después del 2006. Seguimos arrastrando los pies en México.

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